domingo, 15 de diciembre de 2013

No me ames, por favor, durante uno o dos minutos más

[Niebla / E.A. 2013]

“El mundo en el que vives, corazón mío, no existe tal como te lo he representado. Los ojos en los que has confiado han sido infieles contigo”.

Sabemos tan poco de los demás que no conocemos ni a quienes amamos. Deberíamos hacer como Motita, que cuando su marido avanza hacia ella para entregarle su amor, ella extiende la mano para detenerlo y decirle: “¡No, no me ames aún, por favor, John! ¡No me ames durante uno o dos minutos más!”.

En el cuento en el que ocurre esa escena, 'El grillo del hogar', todos parecen tener un defecto de visión que les impide reconocer a los otros o apreciar las cosas que les rodean tal como son. Su ceguera ante las cosas visibles es tal que seres del mundo invisible tienen que acudir en su auxilio cuando sus vidas se convierten en una confusión de medias verdades, mentiras, sospechas y espejismos. No solo el egoísmo es la causa de la ceguera, también las buenas personas pueden ser cortas de vista. Cada uno tiene un motivo diferente que le impide ver y a todos les salvará el amor, aunque primero tendrán que aprender a mirar.

Por eso, cuando está a punto de perder todo lo que ha construido en su vida: su matrimonio, su hijo, su hogar, sus amigos; Motita le dice a su marido, un hombre sencillo y bueno, pero de lenta percepción: no me ames todavía, antes debes escucharme y ver lo que es difícil de ver. John la amaba con toda su ternura y bondad, pero no era a ella exactamente a quien amaba. Porque puede ocurrir eso: amar a alguien y no ver su corazón. ¡Es tan difícil ver a través de la niebla!

Solo vemos de verdad cuando alguien nos hace ver, cuando se nos permite mirar desde fuera de nosotros y, en un espejo o en un cuadro, o entre las llamas del fuego, nos vemos con los ojos de otro. No lo podemos hacer solos. Así ocurre en el hogar de Motita, y en el nuestro, si tenemos la suerte de que esté bendecido por el espíritu de la lumbre, que hace que en el momento de la iluminación, de cada objeto capaz de generar un recuerdo, salgan hadas en tropel para mostrarnos la verdad del amor.

Y si ya no somos capaces de ver las hadas, siempre tendremos los cuentos.


“La niebla impedía ver a mucha distancia, como es natural, pero era mucho lo que se atisbaba, ¡oh, sí, mucho! Es asombroso cuánto se puede ver con una niebla incluso más densa que aquella con solo tomarse la molestia de buscar con la mirada…”  

***

Charles Dickens (1812-1870) escribió ‘El grillo del hogar’ en 1945, en la misma época que ‘Canción de Navidad’. Ambos cuentos están incluidos en el tomo que Debolsillo acaba de lanzar con el título “Cuentos de Navidad” y con traducción de Nuria Salinas.


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