Moon (E.A. / 2013) |
La
historia de Rickie Elliot es triste y hermosa. La parte de su vida que
conocemos es como esos paisajes que a primera vista parecen soleados y lleno de
promesas hasta que uno se demora en la contemplación y lo que veía brillar se congela
y lo que ofrecía una calma acogedora se percibe como un vacío desolado.
Rickie,
el protagonista de la novela ‘El más largo viaje’, de E. M. Forster, está en
medio de ese paisaje y cree que se puede permanecer allí en el lado de la vida,
sin dejarse arrastrar por las aguas turbias de la madurez. Cree que la amistad,
el amor, la verdad… no están condenadas a morir si conseguimos mantener
encendida su llama con la imaginación. ¿Es posible hacerlo o la vida que
llevamos entierra todo lo que un día nos pareció puro? Es posible, responde,
solo hay que estar atento para apresar los momentos eternos que la vida nos
ofrece.
“Me parece que de vez en cuando encontramos en la vida una persona o un incidente de carácter simbólico. No es nada en sí mismo, pero en ese momento representa un principio eterno. Si lo aceptamos, cueste lo que cueste, hemos aceptado la vida. Pero si nos asustamos y lo rechazamos, la ocasión por así decirlo, desaparece; el símbolo no vuelve a ofrecérsenos jamás”
Cabe
la posibilidad también de que estemos ciegos la mayor parte del tiempo y no
veamos los momentos simbólicos que se nos ofrecen. Y los dejemos pasar sin
prestarles atención. O que nos confundamos a la hora de medir los principios
eternos. ¿Cómo estar seguros de qué puerta abrir y qué puerta cerrar? ¡Qué
difícil es entender nuestra propia vida! Y si es difícil comprender el pasado,
¿no será una ingenuidad atreverse siquiera a calibrar el instante?
En
medio de los sufrimientos que la vida le depara, una noche Rickie tiene un
sueño misterioso. Oye llorar a su madre en la habitación a oscuras. La oye con
tanta claridad que se despierta. Enciende una vela. La habitación está vacía. Entonces
corre a la ventana y ve “sobre los mezquinos edificios las heladas glorias de
Orión”.
La
vida nos da la oportunidad de presenciar un puñado de verdades con toda
claridad, pero permanece obstinadamente muda acerca de qué tendríamos que hacer
con ellas. Mudas y bellas como la estrellas, las verdades eternas nos miran.
Puede
que Rickie fracasara, aunque estuvo a punto de no hacerlo. No consiguió casi
nada y lo perdió todo, pero su historia además de triste es hermosa, porque
quien la cuenta sabe que “nuestra piedra de toque está en lo que valoramos, no
en lo que tenemos”.
Menuda reseña. Preciosa y emotiva. De este autor tan solo he leído 'Pasaje a la India', de lectura obligatoria en la facultad. No te puedo afirmar que haya dejado en mí huella indeleble- quizá si la releyese ahora sería otra mi percepción- pero no me disgustó. Este te aseguro que lo leeré. Espero que su lectura sea igual de gratificante que la de tu reseña.
ResponderEliminarUn saludo y feliz mañana de domingo!
Gracias, Carmen. Me alegro de que nos encontremos en este lugar. ¡Y me apunto a ese curso sobre el XIX!
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